jueves, 22 de septiembre de 2011

Caja Lectora.

Presentación de mi caja voladora.

Alumnos revisan los libros.

Alumnas revisando libros.

Alumnos de Pancho Villa.

Narración de cómo surge la caja voladora.

Presentación de libros.

Leyendo Un pajarito me contó.

Leyendo un pajarito me contó.

Presentación de mi caja voladora.

Mural hecho por los alumnos de Pancho Villa.

Mural hecho por alumnos de la escuela.

Los docentes presentan un radio cuento.

Lectura de un pajarito me contó.

Experiencia 1.
Escuela Doroteo Arango.
Ornán Gómez.


Francisco Villa está en un valle rodeado por arroyos de aguas claras limpias. En época de lluvia el paisaje luce verde mientras que un aroma a campo evapora de la tierra. Allí, en ese lugar edénico, inicié el proyecto de lectura La caja voladora, que consiste en visitar las escuelas de la zona escolar 041 de Telesecundarias para compartir lecturas y actividades con docentes, alumnos y padres de familia.

La mañana del lunes, cuando llegué, los profesores de la Telesecundaria Doroteo Arango, dos maestras y un docente, me esperaban. René es alto y delgado. Amable. Las maestras, de mediana estatura, son alegres, morenitas y hermosas. La escuela se ubica a orillas de la comunidad y cuenta con dos aulas de concreto, baños y dirección. Además de un salón de tablas y láminas de cinc.

Cuando salí de Comitán tenía los nervios tensos. No sé porqué, pero antes de leer a personas desconocidas, me pasa lo mismo. Las manos me sudan y sufro mareos. Entonces, para relajarme, tengo que realizar ejercicios de respiración, saltar, correr, gritar o reír. Así lo hice. Orillé el coche cerca de un arroyuelo. Inhalé y exhalé varias veces. Después salté. Observé a mi alrededor para constatar nadie me viera, y grité. Volví a inhalar. Después exhalé y dije: ommmmmmmmmmmmmm. Sentí que mis nervios volvían a su lugar. Tomé agua del arroyo y bebí. Mientras observaba las piedras limpias del arroyo, escuché el sonido del campo que se traducía en murmullos indescifrables. En las ramas de los árboles las palomas zureaban. El cielo estaba limpio y el sol iluminaba las montañas. Qué lindo día, pensé. Subí al coche y seguí el viaje.

El camino, una terracería recién revestida, se parecía a una lombriz oscura. Conduje despacio, disfrutando del aire fresco de la mañana. Dejé que el camino me guiará hasta la entrada de la comunidad. Lo mejor, al estar con los alumnos, es sonreír y platicar, me dije. Nos sentaremos sobre el piso. Luego música de relajación, y después Un pajarito me contó.

Cuando llegué a la escuela, pedí a los docentes nos reuniéramos en la dirección. La idea era solicitarles me ayudaran a tomar fotos y a grabar las actividades, pero sobre todo, hicieran una lectura en forma de radio cuento. Accedieron de buena gana. Y mientras ellos preparaban la lectura, yo fui al salón. A los alumnos les inventé una historia sobre la caja voladora, un cartón de huevos donde ando mis libros. Les dije que la caja había recorrido mucho camino, conocido a muchas personas, y, sobre todo, había leído a muchos autores. La historia les gustó.

Cuando consideré estábamos en confianza, puse música. Los invité a que imaginaran el mar y sus playas. Que sintieran la briza. Después, al terminar la música, leí Un pajarito me contó. La historia provocó risas, silencios, admiración. Cuando noté aquello, supuse la actividad funcionó.

Luego saqué los libros de la caja, e invité a los jóvenes escogieran un libro. Después de hojearlo, compartieron el motivo que los llevó a escoger dicho libro. Para finalizar llegó el turno al radio cuento La historia de la caperucita roja. Al ver las risas supuse que a los jóvenes les encantó esta actividad. Oír a sus maestros leyendo, les emociona, pensé. Creo es una buena estrategia para seguir leyendo en las escuelas. La lectura en voz alta es una herramienta de gran ayuda. 

Al terminar las actividades, me despedí de alumnos y docentes; volví por donde entré: un camino rodeado de arroyos limpios y claros…
 


Lunes 20 de septiembre de 2011.